Como se habrán dado cuenta ya hice la reseña del primer libro de esta serie, "El verano en que me enamoré". Pues me a sido imposible por el momento de hacerme con los dos libros siguientes y en vista que que no podía esperar me tuve que conformar con leerlos en el lector y de una traducción no muy confiable, pero que cumple con su cometido, que es saciar mis ansias por saber que sucedía con esta serie que me hizo sentirme con menos años y hasta votar mis lágrimas de vez en cuando.
Serie Verano:
Autor: Jenny Han
Género: Romance Juvenil
Editorial: Destino
Tipo de Publicación: Trilogía
1- El verano en que me enamoré.
2- No hay verano sin ti.
3- Siempre nos quedará el verano.
Reseña: He quedado más que satisfecha con esta serie, que para muchos será algo rosa, pero se ve el crecimiento de los personajes, de la adolescencia a la madurez pasando por diversos problemas propios de la edad. La amistad que no se rompe con nada, el amor que simplemente es puro e inocente. Los veranos, creo yo que siempre son los que más nos marcan y más recordamos, son parte de nuestras aventuras y descubrimientos y las que más añoramos cuando ya tenemos otras responsabilidades. Es así que esta serie me ha enganchado de tal modo que solo me a tomado leer un libro por día y al terminarla quería más, a pesar de que el final es más que satisfactorio pero uno como lector siempre quiere más.
Ésta trilogía son libros sencillos, con partes de humor, aventuras de verano, amor, celos, más amor y uno se encariña con los personajes. Si quieren disfrutar de algo ligero, fresco y fácil de engancharse les recomiendo la serie verano.
Extractos:
Escena del 3° libro en donde Belly recuerda el significado del collar con el dije del infinito.
"...Después los dos nos recostamos sobre nuestras espaldas y miramos hacia el cielo. Tantas estrellas. Estaba helando, pero no me importó. Conrad tomó mi mano y la utilizó para señalar las constelaciones y para conectar los puntos. Me dijo las historias sobre Orión y Casiopea. No tuve el corazón para decirle que ya lo sabía, mi papá me enseñado esas constelaciones, cuando era niña. Simplemente amaba oír hablar a Conrad. Tenía la misma maravilla en su voz, reverencia, que siempre tenía cuando hablaba de la naturaleza y la ciencia.
—¿Quieres ir a dentro? —me preguntó, después de un tiempo. Calentó mi mano con la suya.
—No entraré hasta que veamos una estrella fugaz, —le contesté.
—Puede que no la veamos, —dijo.
Me retorcí feliz a su lado.
—Está bien si no la vemos. Sólo quiero intentarlo.
Sonriendo dijo: —¿Sabías que los astrónomos las llaman polvo interplanetario?
—Polvo interplanetario, —repetí, amando el sonido de las palabras en mi lengua—. Suena como nombre de una banda.
Conrad sopló aire caliente en mi mano, y luego la puso en el bolsillo de su chaqueta.
—Sí, un poco.
—Esta noche, el cielo es como… —Busqué la palabra adecuada para resumir la forma en que me hacía sentir, lo hermoso que era—. Acostada aquí mirando las estrellas, me hace sentir como si estuviera excluida sobre un planeta. Tan amplio. Tan infinito.
—Sabía que lo entenderías, —dijo. ..."
Escena del 3° libro donde Belly, de ocho años, recuerda como obtuvo su unicornio, regalo de Conrad.
Valoración de la serie:
Cuando Susannah nos dejaba en el centro comercial o el Putt Putt, dejaba a cargo a Conrad como siempre.Diría: —Cuídalos, Connie. Cuento contigo.Una vez nos separamos en el centro comercial, porque los muchachos querían ir a la galería y yo no quería. Tenía ocho. Les dije que nos encontraríamos en el patio de comida en una hora.Me fui directo a la tienda de soplado de vidrios. Los chicos nunca querían ir a esa tienda, pero a mí me gustaba.Me paseaba de un mostrador a otro. En especial, me gustaba mirar los unicornios de cristal. Me quería comprar uno, solo uno pequeño, pero costaban veinte dólares. Solo tenía diez. No podía dejar de mirar el unicornio. Lo había tomado, luego lo había dejado ahí para después tomarlo de nuevo. Antes de darme cuenta, había pasado más de una hora, casi dos. Volví corriendo tan rápido comopude al patio de comidas. Me preocupaba que los chicos se hubieran ido sin mí.Cuando llegué, Conrad no estaba allí. Jeremiah y Steven estaban sentados en un lado de Taco Bell contando sus tickets de la galería.—¿Dónde habías estado? —dijo Steven mirándome molesto.Lo ignoré.—¿Dónde está Conrad? —le pregunté a Jeremiah, jadeando.—Fue a buscarte —dijo Jeremiah—. ¿Quieres usar tus tickets para comprar algo ahora o juntaras más para la próxima vez? —le dijo a Steven.—Esperemos —dijo Steven—. El hombre me dijo que están llegando más premios la próxima semana.Cuando Conrad regresó un poco más tarde me encontró sentada junto a Jeremiah y Steven, comiendo un cono de helado, lucia muy enojado.—¿Dónde estabas? —gritó—. ¡Se suponía que regresarías aquí a las tres!Sentí un nudo en mi garganta y sabía que estaba a punto de llorar.—En la tienda de soplado de vidrios —susurré, mi helado de chispas de chocolate estaba derritiéndose en mis manos.—Si algo te hubiese pasado algo, ¡mi mamá me habría matado! Me dejo a cargo.—Había este unicornio...—Olvídalo. No iras con nosotros a ninguna parte más.—¡No, Conrad! Por favor, —lloré, secándome las lágrimas con mi mano pegajosa—. Lo siento.Se sentía mal por gritarme, podría decirlo. Se sentó a mi lado y dijo. —Nunca más lo vuelvas hacer esto de nuevo, Belly. De ahora en adelante. Estamos pegamos.¿De acuerdo?—De acuerdo—dije sollozando.Para mi cumpleaños en agosto. Conrad me regaló un unicornio de cristal. No el pequeño, pero el grande costaba veinte dólares. Su cuerno se quebró durante un combate de lucha libre entre Jeremiah y Steven, pero lo guardé. Lo tenía encima de mi escritorio. ¿Cómo podría tirar a la basura un regalo como ese?
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